Una pérdida en el camino

Qué duro es llegar siendo cinco y tener que irse siendo cuatro.

Regresamos de Sevilla, y como siempre, abrimos la puerta de la autocaravana para sacar a los perros, pero esta vez, las patitas de Janis no respondieron. Se quedó ahí, mirando como siempre, pero su cuerpo no le acompañaba.

Rafa se fue con Dublin y Gante, para que se cansaran, hicieran sus cosas y durmieran mejor. Yo me quedé con Janis, esperando… pero nada.

Dieciséis años de lealtad, de acompañamiento, de viajes… y ahora su cuerpo se apagaba.

Habíamos pasado esto antes, parecía que se iba, pero siempre volvía. Esta vez, sin embargo, sentimos que era diferente. Pasamos la noche con la esperanza de que, al despertar, sus patas volvieran a moverse. Pero la mañana trajo la misma escena: Janis tumbada, su mirada hablándonos de incomodidad, de dolor.

Conducimos hasta Puebla de Cazalla, con la esperanza de que se levantara otra vez. Pero ella seguía ahí, inmóvil.

Pensábamos en tomar la decisión. Recordamos a Whiskito, su hermano. Con él, habíamos esperado demasiado, aferrándonos a la ilusión de que mejoraría, y vimos cómo sufrió sus últimos días. No podíamos permitir que Janis pasara por lo mismo.

Así que llamamos al veterinario. En unas pocas horas, ella ya dormía, el dolor se había ido.

Volver a la autocaravana sin ella fue lo peor. Su camita, su lugar vacío en la autocaravana. No podíamos irnos. Pasamos tres días más allí, en ese mismo lugar, como si al quedarnos, una parte de ella lo hiciera también.

Pero llegó el momento, arrancamos. Sin Janis. Sentimos como si la estuviéramos dejando atrás, como si una parte de nuestra familia se quedara allí.

Sin duda ha sido el momento MÁS DIFÍCIL del viaje.

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